Un reportaje muy interesante escrito en el año 2007, en el marco del Congreso de la Lengua Española realizado en Cartagena, el cual se encuentra vigente a la fecha.
BORJA HERMOSO (enviado especial)
CARTAGENA DE INDIAS.- La vida es lo que tiene: su banda es tan ancha en oferta de todo tipo y medida que la felicidad está al alcance de CASI todos. Las mayúsculas de la palabra anterior no refieren otra cosa que la existencia de bolsas de podredrumbre socioeconómica de tamaño calibre que ahí es imposible hablar de oferta. Sólo es posible hablar de demanda. Otra cosa es que esa demanda esté atendida.
Y el medio millón de pobres que hay en la radiante y turística Cartagena de Indias -una ciudad tan bella que marea- no aspiran, porque no pueden aspirar, a ninguna parcela del goloso escaparate. Uno no sabe, cuando su avión está aterrizando en el aeropuerto Rafael Núñez, que existe aquí una colonia de desplazados llamada Nelson Mandela. No lo sabe, aunque no es difícil que lo intuya, porque desde la ventanilla se vislumbra la invariable sucesión de chabolas de hoja de lata circundando campos de tierra donde los 'gamines' juegan al fútbol.
Para entendernos: los miserables 'gamines' de la colonia Nelson Mandela no aspiraban a entrar en el Auditorio Getsemaní para asistir al homenaje a Gabriel García Márquez. En el caso de haber aspirado a hacerlo, no es seguro que hubieran podido atravesar las hileras de carabineros, guardias, militares y francotiradores de elite apostados en las terrazas del Centro de Convenciones de Cartagena de Indias.
A lo mejor por eso, porque querían participar y tener su minuto de protagonismo en el Congreso de la Lengua, una cuadrilla de 'gamines' 'se robaron' la pluma que lucía en la flamante estatua de Miguel de Cervantes recién inaugurada en la ciudad vieja de Cartagena, de esta ciudad que hace 300 años era codiciada por los más feroces piratas y cantada por los más líricos poetas, caso de Hernando Domínguez, que la llamó 'el párpado de piedra'.
La pluma de Cervantes, por una botella de aguardiente
Los ladronzuelos de 'pies descalzos' se llevaron la pluma, pero la Policía, que en este país y en estos días tiende a la omnipresencia, tardó media hora en agarrarlos. Bueno, la Policía agarró a unos 'gamines', pero no eran exactamente los 'gamines' que se habían robado la pluma cervantina. Ésta había cambiado ya tres veces de manos. Los jóvenes cacos reconocieron que la habían llegado a cambiar por una botella de aguardiente antioqueño, que es fuerte como un tortazo de Mike Tyson, pero pegar, pega, que es de lo que se trata cuando se quieren ahogar penas.
'Gabo' sobre el inicio de 'Cien años de soledad': 'Tenía esa frase, pero no tenía ni la menor idea de su significado ni de su origen, ni de adónde debía conducirme'
Aquí, los 'gamines' y las 'gaminas' aspiran básicamente a dos cosas. Las 'gaminas' pobres, guapas y con buenas tetas (esto no es machismo, sino reflejo de lo que ocurre por aquí, y no me lo invento yo, sino que me lo cuenta un diplomático que lleva muchos años en Colombia, y de hecho hay una telenovela que causa furor aquí y se titula ni más ni menos que 'Sin tetas no hay paraíso') aspiran a que aparezca algún 'traqueto' del narcotráfico que se fije en ella y se la lleva a vivir una vida de princesa. Los otros aspiran a buscarse la vida sea como sea. Y sea como sea es sea como sea.
Así que Cartagena de Indias es meca de un turismo sexual que no excluye la prostitución infantil. Los gobernantes dicen estar preocupados, pero tampoco es que estén obsesionados. Hasta hace poco, en el 'check in' del hotel Hilton te hacían firmar un papel por el que aceptabas que la prostitución infantil es un delito. Eso da una idea de la cosa.
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